El abismo entre las personas a veces se extiende más allá de la piel, más allá de la corriente de tiempo heraclítea, más allá de lo cósmico y lo Grandioso. A veces, el intento de encontrar palabras que funcionen funciona. A veces, mi inefable badajo de alta dicción oculta lo simple.
Nos vestimos de palabras para desfilar desnudos. Encontramos que la luz oscura nos quiere más de lo que debería. Y nos devolvemos nuestro regalo aparentemente contradictorio para encontrarnos y perdernos a nosotros mismos.
Pienso en EM Cioran leyendo esto. Sus palabras oscuras hacen eco debajo del más poético Nietzsche. La paradoja del ser nunca se captura, pero podemos seguir el rastro, oler el aroma. Haces eso aquí.
Somos, todos nosotros, dioses vengativos y en otra hora en otra página salvadores que encuentran las historias de la salvación de los demás lo suficiente por un día. O al menos eso sería lindo pensar que sí. Las palabras no salvan.
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Creo que el espacio en blanco entre las oraciones epigramáticas le da tiempo a la mente. Algunos de los estoicos latinos sabían cómo crear mundos y tiempo suficientes con unos pocos verbos y sustantivos.
Te encuentras y te pierdes y te celebras. En esto se trata de un Whitman en miniatura, un regalo que nos da y también nos pide que regresemos o al menos centremos nuestra atención en pensar. Pensar corta los surcos como dijo un señor oscuro.
Para escapar de la narración, apuntalar fragmentos contra la ruina, sorber la sangre que da vida a las almas muertas en Lethe. Mi mente mítica daña tu prosa limpia.
Una respuesta poética a las canciones que piden claridad entre los binarios sin pintar de la oscuridad y la luz, el odio a sí mismo y el conocimiento propio, el amor propio y la vestimenta propia.
Soy otro dice Rimbaud.
Lo que has hecho: crear. Contradecir. Mira por dentro y por fuera. Establecer y romper límites. Llegar y fallar. Caída, levántate. Repite, no después de mí sino a ti mismo.
Mucho dolor y, sin embargo, tanto retenido. El sangrado ocurre fuera de la pantalla. Vemos las cicatrices en su lugar. Escuche los ecos de las paredes de las habitaciones casi vacías. Nos perdonas. ¿Por qué?
Te encantan las historias que la gente cuenta. Todos los tenemos. Decir es tu dispositivo. Pero desearía que pudieras pensar en la yuxtaposición de los detalles no contados que se ciernen fuera del espacio en blanco. Pero ese es el crítico, no el que siente y dice.
Gracias por compartir este mundo, estas palabras. Esta vida tuya.