En realidad hay algo de ciencia simple detrás de esto.
Se sabe que el alcohol tiene un efecto en nuestra memoria de trabajo (o función ejecutiva), la parte de nuestro cerebro que nos ayuda a elegir en qué concentrarnos en un momento dado y qué filtrar. Escribir, como muchas tareas creativas, implica mucho hacer conexiones abstractas y pensar fuera de la caja.
La investigación ha demostrado que nuestra capacidad de pensar sobre la información de maneras creativas o inusuales puede verse muy afectada cuando pensamos en demasiadas cosas o cuando usamos demasiado poder cerebral. El alcohol, en las cantidades correctas, puede relajar y abrir nuestras mentes lo suficiente como para permitirnos ver conceptos de nuevas maneras, alcanzar avances creativos y generar ideas de proyectos de equipo como nunca hubiéramos podido estar completamente sobrios.
De ahí la famosa frase, “cerveza para una lluvia de ideas, café para la ejecución”.
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