Neil Armstrong demostró repetidamente que era capaz de tomar exactamente la decisión correcta y tomar la acción correcta en una fracción de segundo bajo condiciones literalmente de vida o muerte.
Es el más famoso por esto:
Durante el último y peligroso descenso del Apolo 11 a la superficie de la Luna el 20 de julio de 1969, su panel de instrumentos fue perseguido por fallas informáticas que habrían justificado abortar la misión. Después de haber decidido seguir adelante, Armstrong descubrió que los sistemas automáticos dirigían su módulo lunar hacia las empinadas orillas de un gran cráter lleno de rocas. Sentado junto a Edwin “Buzz” Aldrin, tomó el control manual y guió a la nave a un aterrizaje elegante con solo 20 segundos de combustible restante.
Neil Armstrong
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Pero durante su carrera como piloto de pruebas, hubo numerosas ocasiones en las que exhibió su claridad de pensamiento en situaciones extremas.
Durante el entrenamiento de astronautas al volar un módulo de aterrizaje lunar experimental, un motor falló a una altura de 200 pies, volcando la nave de costado. Armstrong reaccionó instantáneamente, expulsando una herida leve que lo sostenía.
En la misión Gemini 8, un procedimiento de acoplamiento con el módulo de comando falló, bloqueando dos naves juntas y enviándolas a un giro incontrolable. Bajo rotación más rápida que una vez por segundo, con las fuerzas g aumentando a niveles de apagón, Armstrong no solo identificó rápidamente lo que estaba mal, sino que fue capaz de activar una complicada secuencia de interruptores y controles, en cuestión de segundos, para volver a controlar su nave espacial.