Dentro de la mayoría de los mitos de la creación, hay un momento en el que los seres humanos dejan atrás su feliz ignorancia de su separación, solo para descubrir una conciencia consciente de la mortalidad y la individualidad.
Por ejemplo, entiendo la caída de la gracia como una metáfora para dejar atrás nuestro sentido de unidad con lo que sea que viniéramos.
Dios. Casa. El universo. Sea lo que sea, por ahí, todos estamos un poco nostálgicos por ello. Nuestra soledad nos persigue.
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Una forma de mitigar esa soledad existencial es contando historias. Las historias nos unen. Escuchamos las historias de otros y podemos pensar “¡yo también!” Y en ese momento, no somos solo una llama de vela insignificante en la inmensidad. Nos convertimos en parte de la historia, una con el narrador y nuestra especie.
Necesitamos historias para atarnos a la tierra. Necesitamos historias que nos ayuden a conectarnos con dimensiones más allá de la tierra.
Pero, sobre todo, necesitamos contar historias para abrir puertas para comprender nuestra humanidad compartida.