El ambiente pedagógico y sus tradiciones en la mayoría de las escuelas de hoy son muy estáticos; los niños reciben un conjunto de conocimientos listo y rara vez pueden explorar el mundo o expresar sus pensamientos y necesidades, porque el sistema no está orientado a escuchar al niño. Como resultado de dicho aprendizaje, los niños pierden sus habilidades creativas y curiosidad, y están obligados por el programa escolar. Por lo tanto, uno de los problemas reales de la pedagogía es alentar a escuchar a los niños y desarrollar un sentido de asombro (Valentine, 1999) en maestros y alumnos. Para llegar a una conclusión, para una comprensión profunda del niño y una verdadera escucha de él, es necesario dejar que el niño se desarrolle y cree de muchas maneras, utilizando los “cien idiomas” ocultos en cada niño. Del lado del maestro, las relaciones de calidez y amor deben existir, para que esta escucha sea efectiva, y se deben usar múltiples medios de documentación para seguir el progreso de aprendizaje del niño y establecer nuevas metas de aprendizaje.
Una forma común de abordar la pedagogía es como el arte y la ciencia (y tal vez incluso el oficio) de la enseñanza. Como veremos, ver la pedagogía de esta manera no logra honrar la experiencia histórica y no conecta áreas cruciales de teoría y práctica. Aquí sugerimos que una buena forma de explorar la pedagogía es mediante el proceso de acompañar a los alumnos; cuidando y acerca de ellos; y dando vida al aprendizaje.