Las construcciones de precios se basan en la demanda, no en el costo. Por lo tanto, los editores fijan el precio de sus productos al máximo que soportará el mercado, no en base al “costo de los materiales más el marcado”.
Desde ese punto de vista, los medios digitales son una opción mucho más barata. Los CD cuestan habitualmente entre 18 y 20 dólares hasta que iTunes apareció con un modelo mucho más barato.
Del mismo modo, la mayoría de los libros electrónicos son mucho menos costosos que sus equivalentes en papel.
Los usuarios valoran el contenido, no el vehículo de entrega. Por lo tanto, el valor del producto no está determinado por el costo de producirlo o distribuirlo, sino por el valor de la información.
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Por cierto, esto funciona a la inversa con los medios físicos. Los libros se venderán en el resto para deshacerse del exceso de inventario, incluso si eso significa perder el libro. Los lectores determinaron que las ideas en el libro valían menos que el papel real en el que costaba imprimirlas. Esto refuerza la noción de que el precio no está determinado por los insumos, sino por el valor creado.
Esto también ha dado lugar a un universo de autoedición mucho más grande, donde los autores y artistas individuales pueden controlar los precios y la distribución de la manera que tengan más sentido para ellos. Vea eMusic, Cafepress y Lulu para algunos ejemplos.