Acabo de leer el libro El hombre que confundió a su esposa con un sombrero y otros cuentos clínicos de Oliver Sacks. Sacks es un famoso médico, profesor de neurología y escritor talentoso.
El libro relata una serie de casos personales que Sacks ha encontrado, en los que los pacientes han perdido la capacidad de realizar incluso las acciones más simples debido a algún tipo de trastorno neurológico debilitante. Sacks nos lleva a un viaje informativo (y emocional), ya que nos permite entrar en la vida de estos pacientes por unos momentos. No solo para aprender sobre sus adversidades y tratamiento, sino para recordarnos a nosotros mismos, aunque con grandes discapacidades neurológicas, las personas siguen siendo profundamente humanas.
Ya casi termino con el libro y puedo verlo rápidamente convirtiéndose en uno de mis favoritos de todos los tiempos.
El capítulo 2 de este libro me conmovió de inmediato.
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Este capítulo fue sobre un hombre, Jimmie G, que sufría de agnosia severa y amnesia (deficiencias de memoria). Estaba envejeciendo físicamente, pero su mente estaba estancada en 1945-1970. Alrededor de 1966, dejó la Marina y con la pérdida de una vida estructurada y un horario habitual, comenzó a beber en exceso. El alcoholismo no solo empeoró en los años 70, sino también su capacidad para recordar cualquier cosa después de ese año. Era como si solo 25 años de su vida estuvieran jugando en bucle antes que él y estuviera atado a una silla, torturado por la fuerza para verlo una y otra vez.
He subrayado una línea particular.
Jimmie G dijo esta respuesta al Dr. Sacks en una de sus primeras citas:
“¿Cómo te sientes?”
“Cómo me siento”, repitió, y se rascó la cabeza. “No puedo decir que me sienta enfermo. Pero no puedo decir que me siento bien. No puedo decir que siento nada en absoluto …
“¿Eres miserable?”
“No puedo decir que lo soy”.
“¿Te gusta la vida?”
“No puedo decir que sí”.
…
“¿Sin embargo te sientes vivo?”
“¿Sentirse vivo? Realmente no. No me he sentido vivo en mucho tiempo. ”
Más tarde, Jimmie G olvidaría esta conversación, ya que apenas recordaba nada de lo que sucedió hace unos segundos.
Evidentemente, la falta de capacidad de Jimmie G para crear nuevos recuerdos le impidió seguir adelante para crear una nueva vida.
Me hizo preguntarme cuán simple es un acto que interpretamos pensando en nuestro futuro y, especialmente, en nuestro pasado, pero cuán profundamente da forma a nuestro sentido de identidad. En realidad, este proceso constituye la base de nuestro ser.
¿Te imaginas una cadena perpetua sin memoria funcional? ¿Quién serías si no pudieras recordar la mayoría de tus decisiones y experiencias? ¿Quién serías si no pudieras recordar quién eras? ¿Quién serías si todo lo que pudieras recordar fuera quién eras?