Creo que sí, y se debe en gran parte a la fascinación de Herbert con la sociedad y la política más que con la tecnología. De hecho, a diferencia de mucha ciencia ficción, los protagonistas de Dune se oponen casi por completo a las fuerzas del cambio futurista en la galaxia. Los Bene Tlielaxu, la facción más avanzada e inventiva de la galaxia conocida, también se representan a menudo como los más inhumanos. El miedo universal a las máquinas de pensar otorga una importancia superior a las herramientas y mecanismos orgánicos para mejorar el futuro. Mentats, el programa de cría de Bene Gesserit, la eventual dispersión y aparición de las Honoradas Matres son todos productos del intento de Herbert de representar una interdependencia social y biológica que dura miles de años.
En muchos sentidos, Dune sigue siendo una obra muy moderna de ciencia ficción. Nunca se basó en gran medida en la ciencia dura, pero se centra en intrigas políticas complejas y la tensión entre el atavismo cultural y el progreso sigue siendo una experiencia conmovedora y valiosa para el lector contemporáneo.