Como profesor de EFL, descubrí que solo la mitad de la batalla de la enseñanza de la escritura consiste en lograr que los estudiantes escriban, piensen en algunas buenas ideas, las organicen en párrafos, escriban una declaración de tesis, oraciones temáticas y oraciones de apoyo vinculadas con los enlazadores adecuados. La otra mitad es lograr que lo escriban correctamente o, al menos, que aprendan de sus errores y mejoren.
Cuando comencé a enseñar, tomaba mi bolígrafo rojo (para hacer visibles mis correcciones) y comenzaba a cortar. Yo tacharía los errores ortográficos, señalaría el desacuerdo entre sujeto y verbo, subrayaría doble vocabulario débil y los errores de gramática circular. Incluso a veces reescribiría la introducción para ellos, para proporcionar un “buen ejemplo”. Al final, tendría un ensayo cubierto con tinta roja: un testimonio de mi conocimiento superior del idioma inglés. Ahora, pensé, mis alumnos verían los errores de sus formas y comenzarían a escribir ensayos fluidos y sin errores dignos de altas calificaciones. Sin embargo, esto no parecía suceder. Cada semana estaba corrigiendo los mismos errores. Cada semana pasaba unos 10 minutos en cada ensayo, lo que suma un par de horas a la semana. No fue solo una pérdida de tiempo; lentamente se hizo obvio que no estaba llegando a mis alumnos. No les estaba enseñando nada. Entonces, traté de ponerme en sus zapatos. Cuando les devolví sus ensayos corregidos, observé sus reacciones. En lugar de mirar el ensayo y notar cada error, todo lo que vieron fue la página cubierta de marcas rojas. Todo lo que vieron fue su duro trabajo reducido y criticado. Me di cuenta de que sentiría lo mismo si alguien me hiciera eso.
Cambié de táctica: dejé de corregir los ensayos. Ahora, uso un marcador amarillo, que hace que los errores sean aún más visibles sin el rojo ‘enojado’. Marco cada error resaltado con un símbolo que le dice al estudiante qué tipo de error es. Por ejemplo, G para error gramatical, SV para concordancia sujeto-verbo, SP para error ortográfico, WO para orden de palabras incorrecto. Una vez que devuelvo los ensayos, les doy a los estudiantes 10-15 minutos para corregirlos por sí mismos. Si tienen alguna pregunta sobre el error, señalo la regla, pero este método les anima a comprender el error, corregirlo y, con suerte, no volver a hacerlo.
He visto una marcada diferencia en sus ensayos. Si bien los errores aún ocurren y siempre sucederán, hay menos errores. Más importante aún, mis alumnos se sienten mejor acerca de su escritura y no temen recibir sus ensayos de regreso.
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