En “El regreso de Tarzán”, Edgar Rice Burroughs habla de un Tarzán de veintidós años que ahora vive en París con su amigo Paul D’Arnot, quien le enseñó francés a Tarzán. Tarzán está aburrido y decide dar un paseo por uno de los peores barrios rojos de París, la Rue Maulle. Sin que él lo sepa, Nicholas Rokoff lo está preparando para la muerte, un ruso que había sido humillado por Tarzán antes. Mientras Tarzán camina solo por una calle oscura, oye una voz femenina que sale de una ventana y grita “Ayuda”. Tarzán, un caballero, se apresura y ve a una mujer de treinta años (en el mundo de ERB cualquier mujer de 30 años está disoluta) sobre un sucio colchón y le dice a Tarzán: “Ayúdame”. Tarzán ve a una docena de apaches de París acercándose a él. En este punto comienza la batalla.
Tarzán kayos, el más cercano de un solo golpe, y luego, para horror de los apaches, se encuentran atrapados en una habitación cerrada con una bestia viciosa contra la cual su propia fuerza era menos que inútil. Tarzán luchó como había aprendido de su entorno simio. Saltó por la habitación, girando un brazo fuera de su zócalo girándolo hacia atrás y hacia arriba. Agarró una muñeca y se la rompió de un tirón. Y lo más horrible de todo es que usó sus dientes para arrancar la garganta de al menos un apache. En menos tiempo del que tardó en contar, todos los apaches estaban muertos o moribundos.