Mi favorito de todos los tiempos es “Perfume Jitterbug”.
Esa novela cambió mi vida.
Lo leí por primera vez, solo queriendo entender la trama. Pero su forma de escribir es tan absurdamente maravillosa que la leí por segunda vez. Esta vez obtuve una esencia de lo que realmente estaba diciendo, sobre la vida, sobre las expectativas, sobre las nociones que damos por sentadas y que consideramos como “hechos”.
La tercera vez que vi más allá de gran parte de la trama y me metí en los matices de lo que estaba diciendo, aún más.
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La cuarta, quinta y sexta vez trajo aún más pedazos de iluminación y momentos de “sorpresa”.
Ahora lo he leído tantas veces que he perdido la cuenta. También compré muchas copias de su novela en rústica y se las regalé a otros. Cada vez, fue con el entendimiento de que el lector lo leería y lo devolvería. Solo que … nunca volvieron. Se prestaron a otros. Así que seguí comprando otra copia. Y otro.
Esto es lo que escribí como reseña en Amazon:
El pensador completamente lineal; la persona que exige un comienzo medio y final, completa con protagonista, antagonista amenazante y la niña y las riquezas que nuestro héroe obtiene al final se sentirá ligeramente molesta o intensamente frustrada por la trama. Hay una historia, sin duda, pero no es tan importante como lo que Robbins realmente está diciendo.
Me tomó una lectura para satisfacer mi curiosidad. Pensé “¿a dónde va esto? ¿Y qué tiene que ver el perfume y la remolacha con algo de eso?”. Incluso esa primera exploración de la novela abrió mi tercer ojo, el que no sabía que estaba allí.
Una vez que se entendió la trama básica, se realizó una segunda lectura. Luego un tercero y un cuarto. Lentamente, el perfume en sus páginas se filtró en mi conciencia, y la epifanía gozosa resultante se hizo evidente. Esto era más que un libro sobre un antiguo rey llamado Alobar. Trascendió Pan. Detestaba la “lógica” inherente al léxico occidental. Se opuso enérgicamente a las falacias que aceptamos como verdaderas, los supuestos que adoptamos erróneamente en nuestro caminar por la vida.
El libro se ilumina tan alegremente como promueve una lujuria sin remordimientos, o rubor, dependiendo de la sensibilidad del lector. Abarca la vida en una escala que ningún otro libro que he leído ha podido abordar, antes o después.