Dos poemas se destacan para mí:
Y la muerte no tendrá dominio
Y la muerte no tendrá dominio.
Hombres muertos desnudos serán uno
Con el hombre en el viento y la luna oeste;
Cuando sus huesos se limpian y los huesos limpios se van,
Tendrán estrellas en el codo y el pie;
Aunque se vuelvan locos, estarán sanos,
Aunque se hundan en el mar, se levantarán de nuevo;
Aunque los amantes se pierdan, el amor no lo hará;
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Bajo los sinuosos del mar
Que mienten mucho no morirán con viento;
Girando sobre bastidores cuando los tendones ceden,
Atados a una rueda, sin embargo, no se romperán;
La fe en sus manos se partirá en dos,
Y los males del unicornio los atraviesan;
Dividir todos los extremos para que no se rompan;
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
No más pueden las gaviotas llorar a sus oídos
O las olas rompen fuerte en las costas;
Donde sopló una flor que una flor no más
Levanta la cabeza a los golpes de la lluvia;
Aunque estén locos y muertos como clavos,
Las cabezas de los personajes martillean las margaritas;
Rompe el sol hasta que se pone el sol
Y la muerte no tendrá dominio.
Este poema es inquietantemente hermoso debido a la imaginación y la audacia que muestra Dylan Thomas en el tema. ¿Y las palabras no suenan ferozmente grandiosas?
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El segundo poema es:
No entres suavemente en esa buena noche
No entres gentilmente en esa buena noche,
La vejez debe arder y desvanecerse al final del día;
Rabia, rabia contra la muerte de la luz.
Aunque los sabios al final saben que la oscuridad es correcta,
Porque sus palabras no habían bifurcado ningún rayo
No entres gentilmente en esa buena noche.
Buenos hombres, la última ola, llorando qué brillante
Sus frágiles actos podrían haber bailado en una bahía verde,
Rabia, rabia contra la muerte de la luz.
Hombres salvajes que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
Y aprender, demasiado tarde, lo lamentaron en su camino,
No entres gentilmente en esa buena noche.
Hombres graves, cerca de la muerte, que ven con cegadora vista
Los ojos ciegos pueden brillar como meteoritos y ser gay,
Rabia, rabia contra la muerte de la luz.
Y tú, mi padre, allí en la triste altura,
Maldición, bendíceme, ahora con tus lágrimas feroces, rezo.
No entres gentilmente en esa buena noche.
Rabia, rabia contra la muerte de la luz.
El poema anterior es una villanelle, una forma poética que es increíblemente difícil de lograr incluso cuando no te preocupa demasiado la calidad de lo que has escrito. Y Dylan Thomas lo usó para expresar una de las emociones más fuertes y dolorosas que conocemos: el dolor de presenciar la muerte de un ser querido. A veces, la poesía es más grande que la vida.